viernes, 13 de abril de 2012

ORGÁSMICA ALEGORÍA


Felación, niebla, semen, ceguera,
brisa que sacude con suavidad las mejillas;
desesperación, éxtasis, desidia, resignación,
lengua quemada por la llama de una vela.

Atracción, hedor, repulsión, cariño,
placentera caricia, fruto prohibido;
excitante, morbo, ardor, explosividad,
pinceladas en un lienzo que emula tu cuerpo.

Grotesco, desproporcionado, perfecto, etílico,
noche que empieza cuando sale el sol;
desquiciante, racional, anestesiado, colérico,
dulce descanso con sábana de mármol.
  
Poeta Degenerado


domingo, 11 de marzo de 2012

LA SEÑORITA CHACAL


La señorita Chacal era una prostituta más del bulevar. Los ambientes fétidos y malolientes que desprendía el puerto en el que solía prostituirse eran su perfume, probablemente, sólo comparable con la pestilencia de su aliento. La madera ajada y raída de las tablas que cubrían parte del puerto daban cuenta de sus pisadas descalzas, pues sus uñas tiburónicas se aferraban al astillado como la mordedura del fiero animal lo hiciera sobre sus pobres víctimas. El chirrido de las cadenas y los puntos de amarre de los navíos hacían las veces de banda sonora en las portuarias peripecias en que se veía desenvuelta la madura meretriz.

La señorita Chacal, miembro impertérrito de la vieja escuela, era una perra curtida en mil batallas, su melena rubia, ahora más sucia que nunca, y su mirada perdida, otorgaban de ella una realidad que poco tenía que ver con la verdadera naturaleza de la aviada protagonista. Los surcos de su rostro atestiguaban el paso seminal del líquido elemento que, tiempo atrás, emanaran penes despavoridos atusando su piel. El coloreado estado de su cabello vaginal, por la salpicadura de las canas, daba fe de una mujer que portaba un néctar particular.

Ocurrió una noche de un caluroso 14 de julio. La vieja puta se apresuró a ofrecer sus servicios a una camada de fornidos marineros que descendían de su embarcación para emborracharse antes de continuar con su extenuado viaje. Parecía, no fruto del azar, que la señorita Chacal se aventurase a tales tripulantes y no a otros, y es que la intencionalidad de esta zorra resabiada, era, grumetes, cuanto menos inconmensurable.

Asqueados, los lobos de la mar se alejaron repugnados de la pérfida prostituta, quedando rezagado del grupo el seboso cocinero, un grasiento y peludo despojo social cuya desdentada sonrisa sólo era tapada por un descuidado bigote plagado de migajas y restos de comida. El sudor recorría su cuerpo y, su olor era tan vomitivo que cualquier ser humano habría desfallecido ante la presencia de individuo tal.
La temperatura se caldeó entre ambos seres que, presos de la más brutal sexualidad, tomaron prenda el uno del otro en un cercano vertedero. El tufo del lugar armonizaba en perfecta simbiosis con el emanado por los amantes. La señorita Chacal succionó del miembro viril del marino hasta la última gota de su simiente. Sucedió en ese momento que la sibilina meretriz comenzó a rejuvenecer mientras el marinero exhalaba su último aliento.

Se atavió con la vestimenta del desafortunado cocinero y se embarcó en su nave suplantando su personalidad. Siendo aún de madrugada, zarpó el barco al que sin saberlo sería su fatal destino. El sol que marcaba el medio día fue el único testigo de lo que acaeció entonces. La señorita Chacal entonó un canto de sirena tan estridente como las cadenas de un preso arrastradas por el corredor de la muerte. La tripulación acudió con el pánico dibujado en sus rostros al cántico de la esperpéntica prostituta. El lirismo de la escena que en esos minutos ocurrió, difícilmente podría ser descrito con palabras. Una vorágine de sexo desenfrenado estalló, la señorita Chacal, núcleo de la orgíaca escena, profirió a la tripulación, que interactuaba entre sí con embestidas suntuosas, una sucesión de mamadas que hicieron restar a los ahora ya muertos, tan secos como el árido desierto.

La juventud que ahora aparentaba la genocida era tan sólo una débil fachada, pues su alma putrefacta de tendencia vampírica seguía más viva que nunca. Se precipitó entonces al mar, saltó al vacío y nadó sin descanso hasta arribar en el puerto que un día la vio crecer. Su lengua tocó la roca sobre la que se erguía el faro y la falta de semen la hizo desfallecer. Antes de cerrar sus ojos vio, como unos individuos de cabellos raramente trenzados la cogían, la señorita Chacal se había desmayado.

Abrió los ojos horas después en un ambiente difícil de respirar. Una especie de neblina blanca la rodeaba, un humo particular que le hacía evocar su parte más humana. Se dio cuenta de que se encontraba en un vehículo en movimiento, una especie de furgón. A su lado se disimulaban entre la fumarada unos extraños individuos. La escena duró poco más para ella, cerró los ojos dejando atrás un pasaje que probablemente jamás recordaría.

La hermana Consolación había servido fielmente a la pompa eclesial durante casi sesenta años. Esa mañana, la monja que quizás más había salivado entre las nalgas del arzobispo se levantó la primera, como siempre, para comenzar con sus oficios. Cuando se aproximó al gran portón de la entrada para recoger la correspondencia, se sobrecogió al ver a una joven de dorados cabellos que yacía desnuda en el suelo.

Comenzaron a pasar los años y la amnésica joven que, ya nada recordaba de su pasado, comenzó a vivir la vida del recogimiento. A partir de ese momento, los rezos y cánticos ocuparon su tiempo y dedicación. Maduró y envejeció, y como el resto de sus congéneres, enfermó.

La octogenaria señorita Chacal parecía tocar la muerte con la punta de sus dedos. Aquejada de una terrible enfermedad, se veía postrada en la cama en la que pensaba, acabaría en breve su sufrimiento. El padre Primitivo se aproximó a la moribunda para otorgarle la extrema unción, comenzando a orar mientras que la agonizante prostituta parecía entrar en éxtasis.

Oscuras fuerzas parecieron tomar a aquella que casi tenían amortajada. Una fuerza viva se despertó en su interior, su mente se vio colmada de todos sus recuerdos pasados y la esquizofrenia se dibujó en sus ojos. El padre Primitivo quedó preso del pánico, el último sentimiento que tuvo fue el terror más puro. La señorita Chacal se abalanzó sobre su viril miembro succionando hasta la última gota del caduco semen del ahora ya muerto. La fiera, había despertado de nuevo.


Poeta Degenerado

sábado, 25 de febrero de 2012

PELADILLA AÑEJA


Aunque arrugada y ajada tienes la pulpa de tu vulva,
el hedor que desprende no me sacia, me perturba.
Es la fragancia que anhelo, es como el trigo y la paja,
como la pasión sobre el heno, como mi dedo bajo tu falda.

Cuando abrí la cortina de los pelos de tu coñito,
no sólo salió un efluvio, también un pedito,
y quedome preso de tu almeja fatal,
hasta que ella secretó esa flatulencia vaginal.

Haciendo alarde de cortejo, su mano le fui a besar,
púsome esta su toto y comencelo yo a devorar.

Bajo el vello de su sobaco quiso mi nariz reposar,
no teniendo por respuesta, más que una putrefacción axilar.

Quise volver entonces al punto de partida,
donde arremolinábase mi lengua al compás de la saliva.
Quiso entonces el destino hacerle el chocho pepsi-cola,
y a mí volviómela pétrea, al ritmo de una manola.

Me elevé pues, hasta sus ubres viciosas,
abandonando las huellas de mis mamadas rabiosas.
Respirábase en el aire, aire de pasión,
una fétida fragancia que arrojé de mi pollón.

Escudriñando ceñudo el sendero lubricado,
tomé las riendas de mi pene, las riendas de mi caballo,
y es que al final creí en que como dice la gente,
somos más los que tenemos el esperma efervescente.


Poeta Degenerado